Basado en el libro “Caminado con Dios en el aula”
Cuando
Dios nos hace el llamado a seguirlo y nuestro compromiso personal con Jesucristo es definitivo, comprendemos la
gran misión a la que los educadores cristianos somos convocados para
contribuir en el Reino. Esto nos lleva a estar llenos del Espíritu Santo
y a trabajar en el proceso de adquirir ciertas características personales
que nos permitan guiar a los estudiantes hacia la verdad de manera
auténtica y con la perspectiva de que caminen en la senda divina.
"El Espíritu Santo produce en nuestras vidas,
tanto dentro como fuera de las aulas, las cualidades que la Escritura llama los
frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, autocontrol y
verdad (Gálatas 5:22-23 y Juan 14:16-17). El Espíritu Santo nos da
poder para enseñar con sabiduría y verdad. Modelamos una educación en amor y
respeto, tal como el Padre nos trata, siendo el mejor ejemplo de
Maestro. Tenemos una influencia formativa en los estudiantes, siendo
modelos conductuales que dejarán una huella en sus vidas. El amor es
mencionado en la palabra como el primero de los frutos del Espíritu, ya que todo
educador debe poseerlo para comprender y dar lo mejor a los
estudiantes. Debemos ser aquellos siervos que buscamos en oración y adoración
para permitir que el Espíritu de Cristo domine nuestras vidas a medida
que tomamos decisiones diarias al enseñar.