Al reflexionar para escribir estas líneas, recordé un día en mis clases de la universidad. Ese día hablábamos de las características de un buen docente, y recuerdo vívidamente las palabras de mi profesor de mediación pedagógica: “El docente que no está dispuesto a leer y aprender constantemente no debería dar clases”. Esas palabras me impactaron profundamente, y desde entonces he reflexionado sobre ellas y su impacto en mi preparación como docente, pero también como cristiana. ¿Es un llamado bíblico que el maestro aprenda? Al analizar estas palabras y esta pregunta, he llegado a tres aspectos importantes que comparto a continuación:
1. La Parábola de los Talentos: En el evangelio de Lucas, Jesús comparte la parábola de los talentos. Un hombre entrega cinco talentos a un siervo, dos talentos a otro y un talento a un tercero. Los dos primeros siervos invierten sus talentos y los multiplican, pero el tercero lo entierra. Los primeros dos hombres representan el uso responsable y productivo de nuestros dones, mientras que el tercero representa el miedo y la falta de responsabilidad para administrar correctamente los dones que Dios nos ha dado. Como docentes, debemos desarrollar y mejorar los dones que Dios nos ha dado. Nuestros talentos incluyen habilidades pedagógicas, conocimiento y pasión por enseñar. Capacitarnos y multiplicar estos dones significa:
· Aprender constantemente.
· Compartir nuestro conocimiento con otros.
· Innovar en nuestras prácticas pedagógicas.
· Servir con amor a nuestros estudiantes y a la comunidad donde nos desarrollamos.
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Esta parábola nos anima a invertir y multiplicar nuestros dones para glorificar a Dios a través del servicio a los demás.
2. Excelencia en el Servicio: 2 Timoteo 2:15 nos insta: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. El docente debe ser un estudiante perpetuo no solo de los conocimientos del mundo, sino también de la Palabra de Dios. Solo así puede guiar a otros con integridad y sabiduría, buscando siempre la excelencia en todo lo que hace. Cuando un docente se esfuerza por hacer un trabajo excepcional, no solo cumple con su deber profesional, sino también con el propósito de presentarse delante de Dios como un siervo aprobado y digno. La capacitación constante le permite afinar sus habilidades, encontrar nuevas formas de conectar con los estudiantes y crear un ambiente de aprendizaje donde la excelencia y el amor por Dios florezcan.
3. Educar en el Camino: Proverbios 22:6 nos dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Este versículo nos anima a educar y guiar a nuestros estudiantes. Nuestra actitud hacia el aprendizaje impacta directamente la calidad de la educación que brindamos y la vida de nuestros estudiantes. Si educamos con amor y guiados por la palabra de Dios, ellos lo recordarán incluso cuando sean mayores y no se apartarán del buen camino, porque siempre buscarán agradar a Dios. Como docentes, debemos estar dispuestos a aprender, crecer y adaptarnos para brindar una educación efectiva.
El maestro que aprende impacta vidas, porque reconoce que el aprendizaje es un mandato divino que se manifiesta a través del amor de Dios en el servicio con excelencia.
¿Estás dispuesto a impactar vidas?